miércoles, 6 de febrero de 2013

Me masturbo con la certeza de un ángulo preciso, y entonces floreció el blanco lechal que derramó la noche sobre el piso, era un ángulo agudo, Especulo con el culo, y mi orto exhorta un aborto que no teme a la muerte, y mi glande come carne al salmorejo, y en su cara se refleja un universo que se expande en cada pliegue del conejo, conejo que corre a la madriguera, que es el mismo y no lo sabe. ¿acaso no lo sabes conejo?, ¿acaso no lo sabes?.

lunes, 26 de noviembre de 2012

me quedé hasta tarde porque la sangre arde sabiendo que la histeria dulcifica la decadencia de los días, la intrascendencia de mis actos, el fluir de mi verborrea, la chusta en el suelo y el santo en el cielo.

lunes, 29 de octubre de 2012


De vez en cuando, le robaba algún beso, que se convertían en el logro del día debido a la escasez de los mismos. Sabían a culpa, pero eso solo los hacían aún más deliciosos.

   Un par de veces llegamos a las puertas mismas del sexo. Nos enajenábamos en febriles manoseo, apurando cada caricia, atragantándonos con la lujuria, hasta que la penetración es inminente. Y de repente, salta un resorte en la cabeza  de ella, parando en seco todo el engranaje muscular. Hay pocas cosas más frustrantes que invocar una erección en vano.  

   La inestabilidad de nuestros clandestinos devaneos, se hacían más evidentes a cada semana que pasaba. Hasta que sin previo aviso se rompió el encantamiento, y simplemente dejó de hablarme, continuando con su vida como si nada hubiera pasado.

viernes, 27 de abril de 2012

El simio engorilado

Abrió los ojos, el techo era blanco, la habitación estaba tenuemente iluminada por los rayos de sol que se colaban por las rendijas de la persiana. Se incorporó somnoliento, en la silla junto al escritorio estaba sentado un orangután; llevaba puesta una camisa de los ramones y le daba caladas a un cigarrillo mientras contemplaba al recién levantado, este se irritó levemente al ver que tiraba la ceniza al suelo.
-Tío, digan lo que digan el punk ha muerto, ¿y sabes por qué?, ¿por qué calló tan rápido?, te lo diré, por culpa de la estética. El capitalismo se sirve de la estética para banalizar cualquier movimiento cultural que le parezca subversivo; pero al punk le han hecho el boikot más exagerado, pues no es un movimiento cultural cualquiera, sino el puto movimiento contracultural por antonomasia, fruto de siglos de nihilismo
-Eh!, podrías tirar la ceniza en el cenicero que tienes al lado?
-Ah si perdona... Pues eso, el punk era puro nihilismo negativo puesto en practica, pero no por intelectuales como había sido siempre, sino por jóvenes sin futuro hartos de convencionalismo estúpidos. Y lo que hicieron fue,  adoptar como virtudes, patrones de conducta, que la sociedad convencional del momento tenía encasillados como defectos.
Pero claro, como buenos jóvenes tenían que manifestarlo visualmente, y así surgió la estética punk. Pero el capitalismo no lo podía permitir, y usando como herramientas; la globalización y el consumo, lo han convertido en una moda más. Arrebatándole sin remedio, todo su trasfondo filosófico, ¿el resultado?, pivit@s con cresta y pircines, que lucen camisas de 15 pavos de los ramones, que dicen gracias, de nada, porfavor... Y están sacándose batchillerato, pues quieren tener un futuro para cuando se les acabe la tontería.
Al término del discurso, y tras apagar el cigarro en el cenicero, el orangután se levantó de la silla, caminó hasta la puerta, la abrió y salió sin despedirse.
-!Pero cierra la puerta al menos!-. Gritó el de la cama
-vale, vale-. contestó el primate volviendo sobre sus pasos y cerrando la puerta al fin.

miércoles, 28 de marzo de 2012

míos son los males anuales de sodomita meticuloso
inventor y especulador; especulo con la culpa e invento una penitencia
me he impuesto la disciplina de escribir pues me quiero independizar de la inspiración, que es tan ingrata con mi pobre corazón, tan joven y ajado... no se merece otro no por respuesta
tengo que ser condensendiente conmigo mismo, y sumergirme en poéticas y patéticas melancolías, blasfemar aunque no crea, y llorar para manifestar mi tristeza aunque nadie me vea
naufragar entre lineas , empapado de tinta, sorberme los mocos, perjurar que estoy loco, reirme del tiempo, soñar con pezones rosados y pendencieros, amagar el amago pues soy galgo joven y vago, evocar a la muerte en cada calada, grabar un adios en la madera del banco, mirar dentro del hueco y contemplar el vacío, jajajajajajajajaja, permitanme que me carcajee, es que es un chiste, una broma cósmica, un retuercano infinito y comprimido, un rayo incandescente que alumbra momentáneamente mi mente, pero pronto se apaga, las palabras salen caras, y salen caras mohosas de las paredes y me dicen: javi, deja de escribir y vete a acostarte.

jueves, 9 de febrero de 2012

El libro del ojo

Tras un rutinario día de desasosiego  espiritual, se me antojó una buena novela que me abstrajera de una realidad tan terriblemente aburrida.
Me dirigí a una librería próxima a mi casa. Nada más entrar percibí el áspero aroma a papel envejecido, olía a sabiduría languidecida, a presunta erudición, a enajenacíón genial; me encantaba ese olor. El dependiente me miró con indiferencia, sin molestarse en saludarme, era un tipo flaco y escueto de alborotado pelo negro con pinta de grasiento, y una nariz ganchuda, que soportaba el peso de unas gafas horrendas de montura octogenaria-no había un cliché más obvio para encargarse de la tienda-pensé.
Me dí una vuelta por el recinto, ojeando los tomos que descansaban en las raídas librerías, que ocupaban las cuatro paredes del local. Hasta que mi mirada se posó en uno que llamó poderosamente mi atención. Era un ejemplar muy grande y grueso, de cubierta rojo intenso y un  extraño ojo negro impreso en su portada. El ojo parecía devolverme la mirada con singular escrutinio. Lo tomé en mis brazos sorprendiéndome de lo pesado que era. Se lo llevé al apuesto galán que me cobró los 15€ que costaba sin decir ni mú, y me fui alegremente a mi casa.
Después de ponerme  cómodo, me senté en mi destartalado sofá. El extraño libro no tenía titulo ni prólogo, la narración se iniciaba con premura en la primera página. Empecé a leer:
Cansado de la rutina diaria, se me apeteció una novela que me distrajera de tan prosaica realidad. Me encaminé a una librería cercana a mi casa. Nada más entrar me embargó un denso olor a papel envejecido, aunque era aficionado a la lectura, nunca me gustó ese olor.
El dependiente me saludó cordialmente, era un tipo alto y atlético con pelo corto y rubio-no le pega  ser el dependiente-pensé. Llegados a este punto del relato, podéis imaginar mi consternación, con una mezcla de miedo y curiosidad continué leyendo; anduve por el local colmado hasta los topes de libros, hasta que me encontré con una que me llamó la atención. Era un tomo grande y gordo, de un negro azabache solo interrumpido por el dibujo de un extraño ojo rojo dibujado en su portada. Lo cogí, y se lo llevé al simpático encargado, no sin esfuerzo, pues pesaba lo suyo. Pagué 20€. Al parecer, los libros costaban más caros en esta realidad paralela, o lo que coño sea. Me fui a mi casa, me senté en mi cómodo sofá y empecé a leer. El relato seguía con una nueva narración en primera persona de alguien que iba a una librería, se compraba un libro con un ojo en la portada, para luego ir a su casa y leer otro nuevo relato de alguien que hacía lo mismo, y así sucesivamente. Variando cada vez en pequeños detalles, tales como la fisonomía y personalidad del dependiente, o el color del misterioso libro.
Tras media hora leyendo, me harté de este sin sentido, y tiré el libro al suelo. Enseguida pensé, que a lo mejor, si continuaba leyendo lo suficiente, acabaría descubriendo que mis otros ¨yo¨ literarios hubieran hecho lo mismo. Aunque si el libro contaba una y otra vez, la experiencia de cada sujeto hasta que empezaba a leer la historia del otro, no habría nunca final, y aunque Obviamente el libro tenía un número limitado de hojas, se me antojaba infinito, como dos espejos frente a frente. Me tumbé en mi cama exhausto de tanta irrealidad rallada en la fantasía. Y mientras miraba el techo blanco, cuyo color seguro que era uno de esos matices variables, me pregunté si alguien me estaría leyendo a mi.

martes, 31 de enero de 2012

inventario hedonista

Me gustan las ventanas abiertas y las cortinas corridas, me gusta el veneno fumado y los placeres prohibidos,
me gusta el tacto de un clítoris pudoroso, me gustan las sonrisas pícaras y las miradas cómplices, ese lenguaje íntimo entre dos desconocidos. Me gustan los sueños eróticos y despertar empalmado, me gustan las conversaciones absurdas y las risas sin motivos, me gusta el amor, pero odio su prefijo -des-.
Me gustan las noches sin futuro y la exaltación del presente, me gustan las canciones que me ponen los pelos de punta y las películas que logran arrancarme un par de lágrimas aunque se recienta mi virilidad, me gusta la vanidad que en público se convierte en falsa modestia.
Me gusta los licores con hielo, las morenas malditas, los demonios pelirrojos y las rubias tan atípicas que se han convertido en otro cliché. Me gusta que la luna esté en cuarto creciente, para poder decir que esta va a ser una buena noche, pues hasta la luna nos sonríe, y además nos sonríe a lo Cheshire.